A pesar de ser un verbo utilizado casi
exclusivamente con argumentos violentos como patadas, puñetazos, golpes y
palizas, deriva del sustantivo ‘propina’: lógico, pero curioso, pues se trata
de un término bastante más positivo y esperanzador. Propinar significa ‘ofrecer
una propina’, es decir, una gratificación extra a modo de recompensa por algún
servicio prestado. Si atendemos a su origen latino, la propina se refería a la
comida y la bebida que se ofrecía a los asistentes a una junta. Esa ofrenda
inicial se redujo, con el tiempo, a la bebida o el trago con el que se invitaba
a alguien a brindar antes de algo, mostrando un momento de celebración. El
significado etimológico de ‘propinar’, por tanto, se asocia al acto de ‘dar a
beber’ ─la propina en francés se dice «pourboire» (para beber), por ejemplo─
con la connotación de ‘antes de’ algo. Esta idea de anticipación también
aparece cuando se utiliza la palabra ‘propina’ como sinónimo de soborno: se
paga a alguien por adelantado para que lleve a cabo una acción (ilegal). En
medicina, ‘propinar’ se ha utilizado de manera restringida, con el significado
técnico de ‘administrar’. Si bien es cierto que en muchos manuales médicos se
sugería propinar medicamentos, curas o pociones, también se aconsejaba propinar
purgas, sangrías, sanguijuelas… «ofrendas» no tan bien recibidas y bastante
virulentas. Es en esta línea en la que hoy día se propinan insultos y golpes,
bajo un registro irónico, cuanto menos. Nadie ha de recibir semejantes dádivas:
ni celebran, ni ayudan a mejorar.
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 19/04/19)