viernes, 16 de abril de 2021

Voz


Voz es sonido, es vocal, es palabra y a veces grito,

si vociferamos.

Hay voces melodiosas, argentinas, estridentes y huecas.

Hay quien lleva la voz cantante

y hay voces átonas y voces silenciadas.

El eco de tu voz, voz de mujer, voz de hombre.

No quiero voces, pero quiero tu voz, la voz del pueblo;

porque

lo que pensamos y lo que sentimos se refleja en nuestra voz.

(16/04 Día internacional de la voz)

lunes, 8 de marzo de 2021

Solfa

El lingüista y musicólogo cubano Fernando Ortiz decía que la música desposeída de todo sentimiento, de una audiencia y de un sentido concreto al crearla era «pura solfa» y que para considerarla un arte debía ser más que eso. La palabra solfa, en ese sentido, es sinónima de música, en su interpretación más llana: un conjunto de signos con una melodía y una armonía. Si escribir solfa implica detallar cada nota, modularla, y especificar los distintos ritmos y el tempo, decimos que algo está en solfa cuando está hecho al detalle técnicamente.

Imagen de <a href="https://pixabay.com/es/users/sasint-3639875/?utm_source=link-attribution&amp;utm_medium=referral&amp;utm_campaign=image&amp;utm_content=1822503">Sasin Tipchai</a> en <a href="https://pixabay.com/es/?utm_source=link-attribution&amp;utm_medium=referral&amp;utm_campaign=image&amp;utm_content=1822503">Pixabay</a>
Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay 

Esta precisión que requiere hacer música, solfa, se refleja de manera figurada en modismos como echar un solfa, es decir, echar una bronca (también poner los puntos sobre las íes o cantar las cuarenta) y en dar (a alguien) una solfa, propinarle una paliza o molerle a palos (un palo tras otro). Asimismo, sabemos que antiguamente la música acompañó las narraciones de gestas heroicas y que también sirvió para publicar armoniosamente los amoríos ilícitos de caballeros y damas para mofarse de ellos. Mediante coplas, se ponían en solfa (en música) dichos actos y se ridiculizaban. De ahí surge posteriormente poner en solfa como sinónimo de ridiculizar, así como tomar a solfa, a broma, y tener (a alguien) en solfa, tenerlo subestimado y ridiculizado.

(Publicado en el suplemento cultural Territorios de El Correo, el 27/02/21)

miércoles, 13 de enero de 2021

Global

Imagen de stokpic en Pixabay
Decimos que lo global es todo aquello que tomamos en conjunto. Por eso, usamos expresiones como “a nivel global” cuando queremos generalizar y hablamos de tener una visión global de las cosas o de obtener un resultado global si aludimos a la totalidad de algo. Decimos, también, que lo global se refiere a lo planetario. Por eso, el mercado global y la economía o la política global son nociones que definen sistemas establecidos a lo largo y ancho del planeta; o cuando citamos un problema global nos referimos a una cuestión que afecta a todos los seres humanos. Asimismo, una de las preocupaciones fundamentales de nuestro tiempo tiene que ver con el calentamiento global (el aumento de la temperatura de la Tierra) y en las últimas décadas hemos ido desarrollando los conceptos de educación global, para referirnos a un sistema de enseñanza inclusivo y abarcador, e incluso del español global, para aludir a la idea de una lengua para todos, más neutra, despojada de marcas dialectales o idiolectales, y más integradora. Dejamos atrás, ahora, un año cuya marca indiscutible ha sido la de la pandemia, un problema de “salud global” que afecta a ricos y a pobres. Y decimos que alguien debe hacer algo, que se muevan los gobernantes, pues todo lo global parece que no nos compete directamente. Pero ¿quién? Si todo lo global comienza por lo local…

(Publicado en el suplemento cultural Territorios de El Correo, el 2/01/21)

martes, 20 de octubre de 2020

Okupa

La primera acepción del verbo ocupar en el DRAE es ‘tomar posesión o apoderarse de un territorio, de un lugar, de un edificio, etc., invadiéndolo o instalándose en él’. Ya en una primera lectura pueden destacarse dos términos, ‘apoderarse’ e ‘invadiéndolo’, que evocan agresividad y resultan belicosos. Si, además, sustituimos la c por una k contracultura, símbolo unamuniano de idealismo, juventud y modernidad, la acción se convierte en ‘okupar’ y subraya, así, su afán de movimiento contra corriente, pese a quien pese.

Imagen de Johannes Wünsch en Pixabay

Parece claro, entonces, que cuando se señala a alguien bajo el término de ‘okupa’, con k ─la grafía originaria representaba una mano abierta, curiosamente─, se le asocia de manera inmediata con un determinado colectivo. Los okupas toman viviendas o locales deshabitados y se instalan en ellos sin el consentimiento de los propietarios, a veces por necesidad, otras como gesto de protesta político-social, a modo de reivindicación contra la propiedad privada o para denunciar la especulación inmobiliaria. Últimamente, el término okupa ha visto ampliado su significado, en boca de algunos, llegando a designar a quienes no pueden seguir pagando su alquiler y siguen apoderándose de la vivienda e invadiéndola, aferrándose a ella, si bien una vez tuvieron el consentimiento del propietario para ocuparla.

(Publicado en el suplemento cultural Territorios de El Correo, el 17/10/20)

lunes, 6 de abril de 2020

Palabra de moda: "confinar"

A finales del siglo XIII se recogen los primeros usos del verbo "confinar" en castellano, haciendo alusión a los lindes con los que topaban territorios y paisajes descubiertos: tal o cual tierra "confinaba" con una sierra al norte, un río, un país. Confinar es sinónimo de lindar. Más tarde, a finales del XIX, se documenta el uso del término para describir la acción de una persona recluida en un espacio cuyos límites se precisaban para excluirlo y mantenerlo al margen, por las razones que fuera, del resto de la sociedad. El verbo "confinar" es utilizado como sinónimo de "desterrar". Antes, pensábamos en los "confines" de la tierra. O se hablaba de "confinar" a los rebaños en fincas, a los presos en las cárceles, incluso a la mujer, para acometer las tareas propias de su sexo. Ahora, esta voz que hemos usado poco aparece en nuestras conversaciones cotidianas, dadas las circunstancias. Estamos "confinados", en estado de "confinamiento" y, por tanto, recluidos dentro de unos límites de los que no hemos de salir. Esta situación coarta nuestros movimientos y nos destierra de nuestros hábitos sociales y culturales. No podemos traspasar las fronteras de nuestro domicilio. Aun así, nos queda prevenir el confinamiento de nuestra mente. Eludir la rutina de nuestro intelecto evitará que cercene nuestra imaginación, para ella no hay lindes.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo el 28/03/20)

lunes, 9 de marzo de 2020

Eres un crac

Crac es la onomatopeya usada para emitir el sonido de algo que se quiebra o se cuartea. Cuando la tierra se seca y se abre o cuando sale una grieta en una pared, se oye ‘crac’. También hacemos crac al abrir una lata de refresco o al cascar una nuez. Se trata de un préstamo del inglés («crack»), cuyo origen germánico se asocia a la acción de ‘retumbar’ y deriva en la forma inglesa como verbo que significa ‘romper, quebrar o golpear’. De manera figurada, se utiliza para identificar una caída repentina del mercado financiero, como el desplome de la bolsa estadounidense («Crack del 29») y posee connotaciones negativas que, curiosamente, eliminamos en el castellano. Asociamos este anglicismo a la idea de ruptura con lo establecido y a la superación de los límites. Por eso, decimos que alguien ‘es un crac’ cuando lo consideramos un fuera de serie, es extraordinario o hace algo increíble. No obstante, parece que hoy ya todo el mundo es un crac y así lo manifestamos, «eres un crac», convirtiendo la expresión en una coletilla. Cada vez que expresamos algo sin tapujos, o si realizamos un trabajo de manera eficiente, si contamos un chiste que nos hace reír o nos acordamos de hacer ese pequeño gesto que sabemos agradará a alguien, somos unos cracs, en lugar de valientes, aplicados, divertidos o considerados. Es la onomatopeya de moda.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo el 7/03/20)

lunes, 17 de febrero de 2020

Erotismo y diálogo

La comunicación existe desde que existe el hombre y para llevarla a cabo nos valemos principalmente de dos tipos de lenguaje, el verbal y el corporal. No es casualidad que llamemos lengua al órgano de la cavidad bucal y a su vez al sistema de signos que usamos para comunicarnos. Al entablar una conversación, diversas partes del cuerpo se muestran en constante funcionamiento, al mismo tiempo que la actividad mental se estimula por la voluntad de emitir mensajes lingüísticos. Esa relación entre cuerpo y mente se tensa cuando interviene el amor. El lenguaje corporal alza su voz a través de los ojos humedecidos, brillantes, o mediante la sonrisa espontánea y constante. Cuando el amor se revela, la saliva es más frecuente e interfiere en el habla. Nuestra dialéctica se bloquea y no permite que salgan nuestras palabras, o bien hace que no paremos de emitirlas, pese a que estas resulten ridículas o incongruentes. La escritora George Sand decía que «el beso es una forma de diálogo» y ratificaba así que el lenguaje corporal y el verbal, instruido por la mente, van de la mano. En el plano amatorio, el erotismo podría concebirse como un diálogo entre el cuerpo y la mente. Un diálogo tenso, que roza los límites del decoro.

Los momentos de represión sexual dan buena cuenta de este diálogo. La ocultación de lo ‘indecoroso’ (por ejemplo, mostrar ciertas partes del cuerpo o la expresión de señales afectivas en público) hace lógico pensar que se trate de épocas de gran erotismo lingüístico, siendo el lenguaje verbal la vía para desatar los deseos y sentimientos contenidos que no se pueden llevar a la práctica. La hija pequeña de Bernarda Alba gritaba a los cuatro vientos que se asfixiaba en «este maldito pueblo sin río», aludiendo a la necesidad de libertad para poder expresar abiertamente su amor por Pepe El Romano y mantener una relación consentida con él. En la exitosa obra «Cincuenta sombras de Grey», el protagonista, sutil, declaraba «tengo muchas ganas de morder tu labio», insinuando su pasión contenida como si estuviera a punto de lanzarse sobre su coprotagonista y hacerle el amor hasta dejarla sin aliento.

Si la exaltación sexual está directamente ligada a lo corporal y lo tangible, el lenguaje erótico se empodera cuanto más se aleja de lo explícito. Es decir, cuanto más se esconde el lenguaje del cuerpo, más se alimenta y aflora el lenguaje de la imaginación, de la mente. ¿Si digo ‘tranca’ a qué me refiero? Y si hablo de peras, melones, sandías y otras frutas, ¿en qué piensa uno? Cuando Gilda se quita el guante, nadie menciona lo bonita que es su mano… Aun así, la imagen y las palabras pueden jugar con la imaginación de uno, tensando esa cuerda invisible a la que llamamos erotismo. No importa cuál sea el término que usemos para ocultar en nuestra mente la palabra procaz e insultante de lo sexual. Cuando un término se vuelve evidente, siempre hallamos uno nuevo que resulte menos explícito y más insinuante. Las voces del erotismo van cambiando, como también cambia la sociedad que las dicta.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo el 8/02/20, con motivo de la celebración de San Valentín)

lunes, 27 de enero de 2020

Eutanasia “involuntaria” y el Tercer Reich

La palabra eutanasia, compuesta etimológicamente por los términos helenos ef (‘bien’) y thanatos (‘muerte’), hace referencia a los conceptos de ‘muerte digna’ y ‘muerte sin dolor’, conceptos que aún hoy suscitan una gran controversia. Forman parte de un oscuro campo legal que genera un gran debate, pero del que no se llega a dilucidar mucho aún, debido a la implicación de lo emocional en él. Por otro lado, el término eugenesia, del griego ‘buen nacimiento’, designa la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana. Esta noción netamente optimista, dada su concepción de mejora de la especie, tuvo su momento a principios del siglo XX en muchos países, donde dio lugar a leyes contra la reproducción de personas con deficiencias físicas o psíquicas. Su aplicación fue escasa y también originó, lógicamente, debates de corte moral y ético. No obstante, la crisis económica y los millones de jóvenes muertos que generó la Gran guerra de principios del siglo pasado fueron la principal razón por la que los científicos alemanes se replantearon la idea de la eugenesia, hasta degenerarla en un concepto de limpieza racial, y la eutanasia derivó en una acción involuntaria conocida más tarde como el programa Acción T4. Bajo este programa, el gobierno del Tercer Reich provocó, entre 1939 y 1945, la muerte en masa de ciudadanos alemanes de todas las edades considerados una carga para la sociedad: enfermos físicos y psíquicos, criminales y ancianos, que supusieran un gasto para las arcas del Estado; o niños y adultos en edad de engendrar con taras genéticas que contaminaran la pureza de la supremacía aria… Según las fuentes que constatan estos hechos, los responsables no fueron solo los políticos de ese momento, sino también desde médicos y científicos hasta los propios familiares de las víctimas, quienes con su consentimiento y silencio permitirían esta masacre.
Analizar en detalle el origen el programa Acción T4 nos descubre cómo el lenguaje otorgó a los artífices del programa un poder excepcional para llevar a cabo su plan de higiene racial bajo la complicidad de la sociedad. El lenguaje de la Acción estaba cargado de léxico descalificativo y denigrante, así como de giros y circunloquios que escondían las pretensiones reales del Régimen alemán. Expresiones como muerte humanitaria y liberación suave fueron los conceptos sobre los que se debatía a escala internacional ya en 1910, para justificar la necesidad de una ley de eutanasia o el acortamiento de la vida de bocas inútiles que resultaban un lujo mantener en vida. Una década más tarde, tras la publicación del manifiesto titulado La legalización del exterminio de la vida indigna de ser vivida y la celebración en 1922 de un congreso en el que neurólogos sajones debatían la legitimidad del manifiesto y la muerte de idiotas, se materializaba y justificaba la interrupción de la vida de muchos alemanes. Tras la llegada al poder del nacionalsocialismo, y tras años de terror y asesinatos por parte del Tercer Reich, se defendió públicamente el Manifiesto del exterminio de la vida indigna de ser vivida. Este hecho fue el punto de partida del programa Acción T4.
El departamento de Salud Pública del gobierno y el Comité del Reich para el Registro Científico de Enfermedades Genéticas y Constitucionales Graves registraban los casos de niños y adultos con taras genéticas para introducir mejoras de prevención. Es decir, decidían quiénes eran aptos para el tratamiento, o la desinfección: realmente, la ‘gasificación’. Los apropiados (‘víctimas’) eran todos aquellos que no podían trabajar y producir para el país: débiles mentales, idiotas o epilépticos eran designados para la entrega (‘llevados a la cámara de gas’) en los establecimientos (‘centros mortíferos que disponían de cámaras de gas’). Muchos progenitores entregados al mantenimiento de la salud de la descendencia aceptaban en silencio el sometimiento de sus hijos crónicamente perjudicados a tratamientos con una probabilidad de muerte de 95 por 100. El programa disponía de una Institución de Utilidad Pública para el Cuidado de Establecimientos (las personas jurídicas del crimen) y una Sociedad Limitada de Utilidad Pública para el Transporte de Enfermos, que se ocupaban del traslado de pacientes a las estaciones término de los transportes (‘cámaras de gas’).
El lenguaje puede formatear la realidad y reforzar pensamientos concretos intencionados y direccionados. El nacionalsocialismo se apropió de una lengua y un discurso que tergiversaban la realidad, un lenguaje de camuflaje cuya efectividad radicaba en que las palabras escogidas actuaban en el estado de ánimo de las personas. Estos estados de ánimo podían suplir cualquier convicción racional. Términos como ‘matar’ o ‘asesinar’ debían evitarse y se estableció una lengua franca repleta de tabúes y eufemismos entre los dirigentes y la sociedad.

Refs.:
Aly, G. (2014). Los que sobrabanBarcelona: Editorial Crítica.
Klemperer, V. (2001). LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Barcelona: Editorial Minúscula.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 25/01/20)