Crac es la onomatopeya
usada para emitir el sonido de algo que se quiebra o se cuartea. Cuando la
tierra se seca y se abre o cuando sale una grieta en una pared, se oye ‘crac’.
También hacemos crac al abrir una lata de refresco o al cascar una nuez. Se trata
de un préstamo del inglés («crack»), cuyo origen germánico se asocia a la
acción de ‘retumbar’ y deriva en la forma inglesa como verbo que significa
‘romper, quebrar o golpear’. De manera figurada, se utiliza para identificar
una caída repentina del mercado financiero, como el desplome de la bolsa
estadounidense («Crack del 29») y posee connotaciones negativas que,
curiosamente, eliminamos en el castellano. Asociamos este anglicismo a la idea
de ruptura con lo establecido y a la superación de los límites. Por eso,
decimos que alguien ‘es un crac’ cuando lo consideramos un fuera de serie, es
extraordinario o hace algo increíble. No obstante, parece que hoy ya todo el
mundo es un crac y así lo manifestamos, «eres un crac», convirtiendo la
expresión en una coletilla. Cada vez que expresamos algo sin tapujos, o si
realizamos un trabajo de manera eficiente, si contamos un chiste que nos hace
reír o nos acordamos de hacer ese pequeño gesto que sabemos agradará a alguien,
somos unos cracs, en lugar de valientes, aplicados, divertidos o considerados.
Es la onomatopeya de moda.
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo el 7/03/20)
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo el 7/03/20)