domingo, 30 de septiembre de 2018

Migrante

Las noticias e imágenes que han dominado en los últimos meses nuestros medios de comunicación mostraban a personas llegadas de otros lares, en situación precaria, que cruzaban tierra española en su viaje a destinos europeos diversos. Eran migrantes en su mayoría. El término ‘migrante’ ha visto incrementado su uso, aparentemente reemplazando a ‘inmigrante’, incluso a ‘refugiado’, para referirse al colectivo citado. Pero dicha sustitución solo es aparente, ya que el uso de ‘migrante’ está justificado en la mayoría de los casos, al tratarse de personas en tránsito. Al fin y al cabo, este término es genérico y hace referencia a toda persona que inmigra y que emigra. Migrar significa trasladarse (a vivir) de un lugar a otro: inmigrante el que viene, emigrante el que se va. Por lo tanto, todo inmigrante es también emigrante y la población migrante se muestra, así, doblemente sufridora: de los avatares ligados a la adaptación a un nuevo entorno y del dolor por dejar atrás sus raíces. Resulta curioso que a los europeos que han emigrado de su país con la intención de labrarse un futuro mejor se les considere ‘expatriados’ o ‘exiliados’, y no ‘migrantes’, cuando ellos también han tenido que aclimatarse, en mayor o menor medida, en ese proceso de cambio. Quizá sea esa la razón, entre otras, por la que el uso de la palabra ‘migrante’ resulta, para algunos, deshumanizador y genera controversia: su utilización neutraliza el origen y el destino de una persona en proceso de traslado y, por ende, sus raíces y su futuro.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 29/09/18)

domingo, 23 de septiembre de 2018

Máster

Los estándares profesionales reclaman, cada vez más, gente especializada, gente «máster». El término en cuestión proviene del inglés master; este, a su vez, del latín magister que quiere decir ‘señor, maestro’ o ‘el que está más alto’ (magis+stare), por poseer mayor conocimiento. Si los magistri, al ser considerados más cultos, eran los que enseñaban a los hijos de los romanos (como indica Indro Montanelli en Historia de Roma), quienes poseen un máster hoy en día no son siempre ‘maestros’ o expertos en un área de conocimiento. Hay incluso quienes completan cursos de posgrado que no son másteres, y los llaman así. El máster es un ciclo de formación accesible tras el grado o la licenciatura, inmediatamente por debajo del doctorado, que proporciona a quien lo cursa ‘el arte y la destreza para enseñar o ejecutar algo’, según la RAE. También es ‘máster’ quien completa satisfactoriamente dicho ciclo formativo. ‘El máster’ si es hombre y ‘la máster’ si es mujer, por cierto. En otros ámbitos, la palabra ‘máster’ también se adopta con sentido similar al de experto o maestro: en tenis están los ‘másteres de tenis’ o ‘torneos de maestros’ y en el deporte en general están los deportistas veteranos, o ‘másteres’; en música, un ‘máster de grabación’ es la primera grabación a partir de la cual se editan las copias, y en los juegos de rol el ‘máster’ es quien dirige la partida. Queda claro que tener un máster o ser máster en algo es el reconocimiento al esfuerzo realizado. Sin esfuerzo no hay aprendizaje y sin aprendizaje no se es máster.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 22/09/18)

Solercia

Quienes se reincorporan este mes a su rutina profesional lo hacen con las pilas cargadas y con el  firme propósito de hacer las cosas bien. En el trabajo deciden ser empáticos con quienes les rodeen. La empatía está de moda y es requisito sine qua non del profesional: saber entender a los compañeros y subordinados, identificarse con ellos y compartir sentimientos, ponerse en el lugar del otro cuando sea conveniente y tratar de hacer su labor merecedora de aprobación general… No obstante, quizá no baste con eso. No cabe duda de que dedicar parte de nuestro tiempo al prójimo es lo adecuado, pero quizá necesitemos empeñarnos más en nuestra propia labor (profesional). La ‘solercia’, voz latina caída en desuso, se define en el Diccionario de autoridades de 1739 como “la diligente atención, y aplicación advertida a todo lo que sucede… para hacer juicio recto, y sacar reglas de bien obrar en nuestras acciones.” Describe, por tanto, la habilidad para hacer algo o tratar alguna cosa, de manera íntegra e inteligente. En el ámbito profesional, el término equivalente actual es el de ‘profesionalidad’. El experto en motivación Alfonso Alcántara define dicho término como “dominar el trabajo de uno… desde dentro”, es decir, haciendo sentir a quienes rodean a uno que este domina su trabajo, que habla “con propiedad, con seriedad, con realismo, con honestidad.” En este sentido, podemos concluir que un gran profesional es aquel que actúa con solercia en su trabajo. Quizá si fuésemos más solertes no necesitaríamos tanta empatía…

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 15/09/18)

Parear

En el ecosistema vacacional del relajo lingüístico, no he dejado de oír juegos de palabras de tipo pareado como Hola, caracola o Chao, pescao. Estas expresiones, definidas únicamente bajo el sintagma que da nombre a esta sección, asocian una palabra a otra simplemente porque riman. Dicha rima es consonante en la mayoría de los casos, pero también puede ser asonante (Hasta luego, cara huevo). Al ser un fenómeno oral, podemos encontrar fórmulas escritas como ¿Qué pasa, calabaza?, a la que podríamos responder con un Nada, limonada. Si una de las acepciones de parear es la de formar pares de cosas, parear de esta manera ciertas palabras resulta lúdico ante los niños, gracioso para algunos adultos y para otros, no obstante, cargante, máxime teniendo en cuenta que hay quienes abusan de este fenómeno lírico. El repertorio castellano es amplio. Los hay con nombres de persona (En fin, Serafín) o con nombres geográficos (Es un ful, Estambul). Muchos surgen de la televisión, pues tienen su origen en eslóganes publicitarios y marcas comerciales, en series televisivas o incluso hacen referencia al mundo cinematográfico (¿De qué vas, Bitter Kas?; Alucina, vecina; Me las piro, vampiro o La cagaste, Burt Lancaster). Este fenómeno no es exclusivo de nuestra lengua. En inglés encontramos Bye bye, butterfly o So long, King Kong, además de la archiconocida frase See you later, alligator, famosa también en su versión castellana (Hasta luego, cocodrilo) pese a haber perdido la esencia de la rima.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 8/09/18)