El lingüista y musicólogo cubano
Fernando Ortiz decía que la música desposeída de todo sentimiento, de una
audiencia y de un sentido concreto al crearla era «pura solfa» y que para
considerarla un arte debía ser más que eso. La palabra solfa, en ese
sentido, es sinónima de música, en su interpretación más llana: un
conjunto de signos con una melodía y una armonía. Si escribir solfa implica
detallar cada nota, modularla, y especificar los distintos ritmos y el tempo,
decimos que algo está en solfa cuando está hecho al detalle técnicamente.
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Esta precisión que requiere hacer música, solfa, se refleja de manera figurada
en modismos como echar un solfa, es decir, echar una bronca (también poner
los puntos sobre las íes o cantar las cuarenta) y en dar (a
alguien) una solfa, propinarle una paliza o molerle a palos (un palo
tras otro). Asimismo, sabemos que antiguamente la música acompañó las
narraciones de gestas heroicas y que también sirvió para publicar
armoniosamente los amoríos ilícitos de caballeros y damas para mofarse de
ellos. Mediante coplas, se ponían en solfa (en música) dichos actos y se
ridiculizaban. De ahí surge posteriormente poner en solfa como sinónimo
de ridiculizar, así como tomar a solfa, a broma, y tener (a
alguien) en solfa, tenerlo subestimado y ridiculizado.
(Publicado en el suplemento cultural Territorios de El Correo, el 27/02/21)