lunes, 27 de enero de 2020

Eutanasia “involuntaria” y el Tercer Reich

La palabra eutanasia, compuesta etimológicamente por los términos helenos ef (‘bien’) y thanatos (‘muerte’), hace referencia a los conceptos de ‘muerte digna’ y ‘muerte sin dolor’, conceptos que aún hoy suscitan una gran controversia. Forman parte de un oscuro campo legal que genera un gran debate, pero del que no se llega a dilucidar mucho aún, debido a la implicación de lo emocional en él. Por otro lado, el término eugenesia, del griego ‘buen nacimiento’, designa la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana. Esta noción netamente optimista, dada su concepción de mejora de la especie, tuvo su momento a principios del siglo XX en muchos países, donde dio lugar a leyes contra la reproducción de personas con deficiencias físicas o psíquicas. Su aplicación fue escasa y también originó, lógicamente, debates de corte moral y ético. No obstante, la crisis económica y los millones de jóvenes muertos que generó la Gran guerra de principios del siglo pasado fueron la principal razón por la que los científicos alemanes se replantearon la idea de la eugenesia, hasta degenerarla en un concepto de limpieza racial, y la eutanasia derivó en una acción involuntaria conocida más tarde como el programa Acción T4. Bajo este programa, el gobierno del Tercer Reich provocó, entre 1939 y 1945, la muerte en masa de ciudadanos alemanes de todas las edades considerados una carga para la sociedad: enfermos físicos y psíquicos, criminales y ancianos, que supusieran un gasto para las arcas del Estado; o niños y adultos en edad de engendrar con taras genéticas que contaminaran la pureza de la supremacía aria… Según las fuentes que constatan estos hechos, los responsables no fueron solo los políticos de ese momento, sino también desde médicos y científicos hasta los propios familiares de las víctimas, quienes con su consentimiento y silencio permitirían esta masacre.
Analizar en detalle el origen el programa Acción T4 nos descubre cómo el lenguaje otorgó a los artífices del programa un poder excepcional para llevar a cabo su plan de higiene racial bajo la complicidad de la sociedad. El lenguaje de la Acción estaba cargado de léxico descalificativo y denigrante, así como de giros y circunloquios que escondían las pretensiones reales del Régimen alemán. Expresiones como muerte humanitaria y liberación suave fueron los conceptos sobre los que se debatía a escala internacional ya en 1910, para justificar la necesidad de una ley de eutanasia o el acortamiento de la vida de bocas inútiles que resultaban un lujo mantener en vida. Una década más tarde, tras la publicación del manifiesto titulado La legalización del exterminio de la vida indigna de ser vivida y la celebración en 1922 de un congreso en el que neurólogos sajones debatían la legitimidad del manifiesto y la muerte de idiotas, se materializaba y justificaba la interrupción de la vida de muchos alemanes. Tras la llegada al poder del nacionalsocialismo, y tras años de terror y asesinatos por parte del Tercer Reich, se defendió públicamente el Manifiesto del exterminio de la vida indigna de ser vivida. Este hecho fue el punto de partida del programa Acción T4.
El departamento de Salud Pública del gobierno y el Comité del Reich para el Registro Científico de Enfermedades Genéticas y Constitucionales Graves registraban los casos de niños y adultos con taras genéticas para introducir mejoras de prevención. Es decir, decidían quiénes eran aptos para el tratamiento, o la desinfección: realmente, la ‘gasificación’. Los apropiados (‘víctimas’) eran todos aquellos que no podían trabajar y producir para el país: débiles mentales, idiotas o epilépticos eran designados para la entrega (‘llevados a la cámara de gas’) en los establecimientos (‘centros mortíferos que disponían de cámaras de gas’). Muchos progenitores entregados al mantenimiento de la salud de la descendencia aceptaban en silencio el sometimiento de sus hijos crónicamente perjudicados a tratamientos con una probabilidad de muerte de 95 por 100. El programa disponía de una Institución de Utilidad Pública para el Cuidado de Establecimientos (las personas jurídicas del crimen) y una Sociedad Limitada de Utilidad Pública para el Transporte de Enfermos, que se ocupaban del traslado de pacientes a las estaciones término de los transportes (‘cámaras de gas’).
El lenguaje puede formatear la realidad y reforzar pensamientos concretos intencionados y direccionados. El nacionalsocialismo se apropió de una lengua y un discurso que tergiversaban la realidad, un lenguaje de camuflaje cuya efectividad radicaba en que las palabras escogidas actuaban en el estado de ánimo de las personas. Estos estados de ánimo podían suplir cualquier convicción racional. Términos como ‘matar’ o ‘asesinar’ debían evitarse y se estableció una lengua franca repleta de tabúes y eufemismos entre los dirigentes y la sociedad.

Refs.:
Aly, G. (2014). Los que sobrabanBarcelona: Editorial Crítica.
Klemperer, V. (2001). LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Barcelona: Editorial Minúscula.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 25/01/20)