sábado, 27 de julio de 2019

Veraneando


En verano todo es posible. Y si no, basta con repasar el catálogo de exóticos artilugios playeros que muchos atisban al comienzo de cada temporada estival: estas vacaciones podemos disfrutar del novedoso «yate para pobres», pero antes tuvimos el flotador flamenco, el enfriador de cuello, la colchoneta para bebidas, el panel solar cargador de dispositivos electrónicos o el abridor de cervezas con contador digital, entre otros muchos. Lo dicho. Unos pocos decidirán subir al Himalaya, o descubrir Ushuaia, o detener el tiempo de lo moderno, aprendiendo sobre hábitos extranjeros en algún lugar remoto de África. Sin embargo, y a pesar de ser unos de los principales países en optar por las vacaciones activas, más de la mitad de los españoles prefiere el relajamiento y la tranquilidad, con objeto de bajar revoluciones y distanciarse del frenesí laboral propio del resto del año. Para ello, según demuestra un estudio de la Universidad de Michigan, no hay mejor opción que la playa.

Si la lengua es delatora de nuestros usos y ademanes, se observan un sinfín de términos y expresiones veraniegas que aluden a la estampa playera casi exclusivamente. Por la mañana abrimos el armario y nos uniformamos: el bikini y el pareo, las bermudas, la camiseta y las chanclas, o chancletas. Con todo ello salimos, dispuestos a darnos un chapuzón cuando el calor aprieta, o a tostarnos en la toalla si somos de los de vuelta y vuelta. Transcurre la mañana entre colchonetas, aguadillas, castillos, juegos de palas y reteles (o redeños, si frecuentamos un litoral cercano). Así llega la hora de comer algo en el chiringuito, institución de la cerveza fría y las patatas bravas, y cuya gastronomía ha ido evolucionando, sin desterrar la sempiterna paella. Al final del día acabamos rojos como cangrejos (o langostas), si no nos hemos protegido la piel lo suficiente. Al caer la noche, muchos optan por alargar la jornada yendo a alguna verbena y disfrutando de los éxitos del verano. Esa es la vida del veraneante, o lo era; como todo, nuestras rutinas veraniegas van cambiando con el tiempo y ya, apenas se usa la palabra ‘veraneante’, aquel que pasaba los meses de verano en un segundo domicilio costero. Ahora los días de playa han sido sustituidos por cruceros y viajes de aventura, campamentos para niños, resorts para todos los gustos, y las verbenas populares han dado paso a los macrofestivales de música.

Existen expresiones propias del verano también, cuyo significado ha evolucionado, no obstante, al convertirse en giros habituales fuera de la época estival. Entre otras muchas, están ‘hacer el agosto’, ‘al agua patos’, ‘como pez en el agua’ o ‘campar a sus anchas’. Todas estas frases se utilizan en el ámbito laboral, al que también podría adscribirse el refrán ‘quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija’. ¿Será que nuestra lengua también descubre cuánto añoramos las vacaciones de verano en otros momentos del año? Parece quedar comprobado que veraneando se va el tiempo volando…

(Publicado en el especial del suplemento Territorios de El Correoel 13/07/19)