Cuando algo nos da repelús nos produce miedo, asco, vergüenza (ajena,
quizá) o rechazo; o todo eso a la vez. Si uno escribe en Google «cosas que nos
dan miedo», o «asco», se topará con un sinfín de entradas. Curiosamente, si
sustituye esas sensaciones por ‘repelús’, no le aparecerá nada. Y es que no hay
una definición completa para este término. Según la RAE, el repelús es un temor
indefinido o la repugnancia que inspira algo. Efectivamente, los pasillos
oscuros o los sótanos provocan a muchos un miedo irracional. Para otros, las
heridas en la piel, los insectos, o el sudor ajeno, resultan repelentes. Hasta pensar
en el dentista es, para algunos, algo terrorífico y, para otros, no obstante, algo
asqueroso. Aun así, nos estremecemos también por causas que nada tienen que ver
con lo temeroso o repugnante. La textura de algunos alimentos, como la piel del
melocotón, por ejemplo; morder papel de plata o algodón, las uñas en la pizarra
o incluso pronunciar algunas palabras, nos dan repelús. Provocan en nosotros
una sensación de intranquilidad, unos escalofríos pasajeros, que tratamos de
evitar. De manera menos evidente, quizá, incluso las muestras públicas de amor
provocan en muchos ese repelús. Parece difícil definir este término, por tanto,
englobando en una voz todas esas sensaciones que suscita: miedo, asco,
escalofríos, nerviosismo, vergüenza… La inexistencia de equivalentes literales
en otros idiomas también lo demuestran. El término ‘repelús’ expresa un
concepto cuasi inefable, realmente, la voz castellana es compleja.
Léxico de actualidad y no tanto. Etimologías, estructuras y usos de palabras, que generan cierto debate.
domingo, 19 de mayo de 2019
domingo, 12 de mayo de 2019
Todista
Una célebre campaña publicitaria nos ha
estado preguntando desde hace ya algunos meses si somos o no ‘todistas’, es
decir, si poseemos o no su producto que lo cubre todo. Aunque no aparezca aún
en nuestro diccionario, el ‘todismo’ es un concepto de largo recorrido
histórico, que aparece en disciplinas diversas ─sobre todo en la política─ y
que hace alusión al hecho de generalizar, de transformar la parte en el todo,
evidenciando así cierta mentalidad lingüísticamente totalitaria que elimina
matices y excepciones. Un ejemplo claro es el del uso del gentilicio
‘americano’ en lugar de ‘estadounidense’, con todas sus implicaciones políticas
y culturales. El lenguaje ‘todista’ de los políticos, con continuas expresiones
del tipo ‘absolutamente’, ‘siempre’, ‘jamás’ o ‘todo’ y ‘todos’, tiene una
función enfática que poco a poco ha ido adoptándose en otros ámbitos:
‘terrorismo machista’, por ejemplo, ilustra esa expansión. Ahora se abusa cada
vez más de esta formulación hiperbólica, también en las conversaciones
coloquiales. Para algunos, es reflejo de la exageración temperamental; para
otros, se trata de pereza (o pobreza) mental. Según explica la Fundeu, el
‘todista’ es el profesional que abarca o quiere abarcar muchas áreas sin estar
especializado en ninguna. Es lo contrario al especialista y, por lo tanto,
debería poseer conocimientos en más de una disciplina. Pero el matiz peyorativo
que reviste el término en cuestión convierte al ‘todista’ en un polímata de
tres al cuarto. Ya se sabe, quien mucho abarca poco a prieta.
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 04/05/19)
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 04/05/19)
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