Una célebre campaña publicitaria nos ha
estado preguntando desde hace ya algunos meses si somos o no ‘todistas’, es
decir, si poseemos o no su producto que lo cubre todo. Aunque no aparezca aún
en nuestro diccionario, el ‘todismo’ es un concepto de largo recorrido
histórico, que aparece en disciplinas diversas ─sobre todo en la política─ y
que hace alusión al hecho de generalizar, de transformar la parte en el todo,
evidenciando así cierta mentalidad lingüísticamente totalitaria que elimina
matices y excepciones. Un ejemplo claro es el del uso del gentilicio
‘americano’ en lugar de ‘estadounidense’, con todas sus implicaciones políticas
y culturales. El lenguaje ‘todista’ de los políticos, con continuas expresiones
del tipo ‘absolutamente’, ‘siempre’, ‘jamás’ o ‘todo’ y ‘todos’, tiene una
función enfática que poco a poco ha ido adoptándose en otros ámbitos:
‘terrorismo machista’, por ejemplo, ilustra esa expansión. Ahora se abusa cada
vez más de esta formulación hiperbólica, también en las conversaciones
coloquiales. Para algunos, es reflejo de la exageración temperamental; para
otros, se trata de pereza (o pobreza) mental. Según explica la Fundeu, el
‘todista’ es el profesional que abarca o quiere abarcar muchas áreas sin estar
especializado en ninguna. Es lo contrario al especialista y, por lo tanto,
debería poseer conocimientos en más de una disciplina. Pero el matiz peyorativo
que reviste el término en cuestión convierte al ‘todista’ en un polímata de
tres al cuarto. Ya se sabe, quien mucho abarca poco a prieta.
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 04/05/19)
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 04/05/19)
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