domingo, 29 de septiembre de 2019

Camaleónico


Hay actores que son venerados por su capacidad de cambiar de registro en cada papel que interpretan. Preparan su papel durante intensísimos periodos de entrenamientos, prácticas, formaciones, etc., e incluso alteran su físico de manera drástica, llegando a poner, en ocasiones, su salud en riesgo, hasta convertirse en el personaje deseado. Debido a esa voluntad y a esa aparente facilidad para adaptarse a distintos papeles en cada película, los calificamos de ‘camaleónicos’. Daniel Day Lewis, Rober de Niro, Javier Bardem; Meryl Streep o Nicole Kidman… Todos ellos son, según las redes, internacionalmente reconocidos intérpretes camaleónicos. Hay camaleones en las artes escénicas, pero también los hay en el deporte, en la música, en las finanzas… La palabra ‘camaleón’, de origen heleno, significa ‘león que va por el suelo’. De ahí que todo aquel que es asociado al reptil en cuestión es un león que lo puede todo, que se adapta a todo. Una persona camaleónica es también aquella que posee la habilidad de cambiar de actitud o comportamiento en función del contexto, para poder salir airoso de una situación o lograr lo que se propone. Puede adaptarse al medio rápidamente, como el camaleón, que cambia en cuestión de segundos su color, según el medio en el que se encuentre. Esta habilidad para cambiar hace que a muchos las personas camaleónicas no les impriman mucha confianza. Sin embargo, dicen los expertos en psicología que son personas más abiertas, que aceptan mejor los cambios y son más empáticas con quienes les rodean.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 21/09/19)

domingo, 22 de septiembre de 2019

Charlatán


Parlanchín, hablador, cotorra y bocazas; fanfarrón, farsante y embaucador, también sacamuelas, curandero, vendehúmos, tramposo e impostor. Todos estos adjetivos definen al charlatán. El origen de esta palabra está en los ‘cerretanos’ («cerretanus» en latín vulgar), conocidos comerciantes de la villa de Cerreto de Spoleto, en la región de Umbría (Italia), quienes vendían sus ungüentos y remedios a los viajeros bajo pregones lujosos y discursos detalladamente elaborados. Del cruce de esta palabra latina con «ciarlare» (‘cotillear’) deriva la italiana «ciarlatano», la cual ya define al curandero con dotes embaucadoras, y cuyo discurso falto de contenido real solo servía para el lucro y el aprovechamiento personal. La RAE recoge estas acepciones para el término ‘charlatán’: el que habla mucho y sin sustancia, el hablador indiscreto, el embaucador y el vendedor ambulante que anuncia a voces su mercancía. Si hubo charlatanes en Italia, también los hubo en el Reino Unido, Francia y España, claro está. La palabra sin tilde se utilizó en los países vecinos y con tilde en el nuestro. Pero hoy día ya no hay vendedores ambulantes como los de antaño, y la palabra ‘charlatán’ ha adquirido otros matices en nuestra lengua ─en inglés y en francés, curiosamente, no ha seguido esta misma línea─. Hoy día, cualquiera que trata de invadir la credulidad pública mediante el don de la palabra, cuando detrás de esta no hay ni datos objetivos ni argumentos, o aquel que presume de habilidades que en realidad no posee, es un charlatán.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 14/09/19)

domingo, 15 de septiembre de 2019

Fanfarria

Tristemente está llegando a su fin la temporada de fiestas populares, barullo y chufla, que concentra el periodo estival. En él se refleja parte de nuestro acervo folclórico-cultural, a través de las charangas y fanfarrias que animan los pueblos esos días y esas noches. Esa estampa es propia del veraneo popular y las fanfarrias son un elemento indispensable. Una fanfarria es, en su tradición histórica, una pieza musical corta interpretada por instrumentos de viento metal y percusión, que se utiliza para actos ceremoniales: una obra de mucha presencia, debido a la naturaleza de los instrumentos que la interpretan. También se denomina fanfarria al conjunto de músicos de metal y percusión que toca obras breves de gran intensidad y brillantez, ensalzando así el acto en el que intervienen. De ahí que la labor de las bandas municipales y las fanfarrias en las fiestas populares sean la de generar el alboroto y la alegría que nos ayudan a escapar de la rutina en estas fechas tan particulares. El término fanfarria, sin embargo, va más allá de su definición lúdico-musical, al relacionarse con el verbo ‘fanfarrear’ o ‘fanfarronear’. Si la fanfarria en música es una pieza ruidosa y presente, metafóricamente se utiliza también para referirse a dichos que resultan impertinentes o arrogantes. A fin de cuentas, el fanfarrón es aquel que muestra más de lo que en realidad es, alguien aparente ante los demás, que alardea de unos valores de los que carece realmente. Otra acepción de fanfarria es, por tanto, la de bravuconada o fantasmada.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 07/09/19)