La palabra ‘bruz’ no existe, pero
usamos su plural en esta locución. Cuando uno ‘se da de bruces’ con alguien, se
topa con otra persona inesperadamente; se encuentra cara a cara con otro. Si
alguien ‘se cae de bruces’, o ‘se va de bruces’, dará con la cara en el suelo,
al igual que si cae ‘de narices’. Y es que la expresión ‘de bruces’ es una
locución adverbial de modo, la cual indica una posición de la cara fijada hacia
adelante, de frente, pero con la mirada hacia abajo. Las expresiones antónimas
serían ‘de espaldas’ o ‘boca arriba’. Así, en plural, se considera una variante
de la locución ‘de buces’, cuyo origen desconocido parece, sin embargo, mostrar
relación con el latinismo ‘bozo’, término que designaba la parte inferior de la
cara y que podría también asociarse a la forma singular ‘buz’, o labio
inferior. Por tanto, caer ‘de bruces’ o ‘de buces’ es caer de cara. El impacto
generado al toparse con el suelo de este modo es claramente doloroso. No cuesta
imaginarlo. Quizá por ello, nuestros medios de comunicación tiran tanto de esta
expresión últimamente: políticos «que se da de bruces con las cloacas», una
empresa de limpieza que «se da de bruces con miles de toneladas» de toallitas
húmedas en los desagües, o ciudadanos políticamente indecisos que, viendo
peligrar su situación vital particular, «pueden caer de bruces en las urnas» de
ciertos partidos en las próximas elecciones. El uso acertado de esta locución
parece poner de manifiesto la sensación de gravedad de ciertos acontecimientos
de nuestra actualidad.
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 06/04/19)
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