domingo, 2 de diciembre de 2018

Melancolía

Dentro de poco llegarán las soñadas vacaciones para unos y el goteo de regalos o de comilonas para otros; las reuniones familiares, los abrazos, las risas; o los momentos de tristeza, tan odiados, precisamente, al ver de cerca la felicidad ajena. Habrá quienes quieran mudarse al barrio de la Alegría, como canta Sabina, para mimetizarse con el ambiente festivo, pues parece de obligado cumplimiento estar contento y sentirse bien. Sin embargo, se hace eco el ‘blues’ de Navidad. Durante estas fechas, crece en muchos un sentimiento de pesadumbre y desánimo que sofoca toda emoción jubilosa. Gente aparentemente afortunada se vuelve melancólica y siente un nudo en la boca del estómago que genera inapetencia. No en vano, la palabra ‘melancolía’ se relaciona etimológicamente con la zona alta del vientre, concretamente, con el bazo. La voz latina de la que deriva esta palabra procede de la unión de las griegas ‘mela’ (negro) y ‘kholis’ (bilis). La bilis negra era uno de los cuatro humores hipocráticos que describían el estado de ánimo del ser humano y cuyo exceso en el cuerpo reflejaba malestar físico y anímico. Así, la melancolía se ha asociado siempre al estado de tristeza. No obstante, esta sensación se genera al recordar tiempos pasados mejores, experiencias que nos han marcado de manera gratificante y al pensar en los allegados que no se encuentran entre nosotros. Sufrimos la melancolía al hacer memoria. Pero es una memoria, pese a todo, reconfortante. El dramaturgo Víctor Hugo la describía como la felicidad de estar triste.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 1/12/18)

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