domingo, 21 de octubre de 2018

Abrumar


La crisis nos abruma, también las deudas y los problemas; los equipos deportivos abruman, a veces, a sus contrincantes y algunos ministros renuncian a sus cargos abrumados por la polémica. Además, nos sentimos constantemente amenazados y emocionalmente impotentes ante las imágenes abrumadoras que llenan nuestros medios de comunicación sobre esto o aquello. No obstante, los sondeos electorales auguran el éxito de abrumadoras mayorías, los buenos profesores abruman a sus estudiantes con el dictado de sus conocimientos y muchos artistas confiesan sentirse abrumados por la repercusión de cierta obra o por el galardón recibido. Qué interesante que una palabra tan bilabial y suave en su pronunciación imprima tanto carácter. Si tomamos su antecesora latina ‘bruma’ como origen de la palabra, ‘abrumar’ describe el hecho de llenarse de niebla, especialmente la que se forma sobre el mar. Esta etimología marítima ha de asociarse a la voz helena ‘brumar’, que deriva de ‘broma’ y que en griego denominó al parásito xilófago que se adhiere a los cascos sumergidos de los barcos. De ahí surge más adelante el significado metafórico de algo molesto, pesado o cargante. Solo así podemos entender que ‘abrumar’ implique desconcertar a quien sea objeto de dicha acción, con el consecuente agobio o con la sensación de opresión, incluso de enfado, de quien se siente abrumado. A partir de ahí, las acepciones de ‘abrumar’ son diversas y muestran cierta gradación emocional: desde confundir, aturdir o apabullar, hasta intimidar, someter y humillar.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 20/10/18)

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