Cuando
‘endilgamos’ algo a alguien, le endosamos algún trabajo molesto que nos
queremos quitar de encima o delegamos en otra persona acciones y decisiones que
nos corresponden. En sus declaraciones de la semana pasada ante el juez, por ejemplo,
el exministro Zoido «endilgó» la responsabilidad de las acciones policiales del
día del referéndum catalán a sus subordinados, desprendiéndose así de toda
obligación. El verbo ‘endilgar’ es un término coloquial cuyo uso habitual es el
de traspasar a otro la carga de algo. Pero de manera figurada también
endilgamos culpas (se la echamos a otro y así nos liberamos de la misma) o
endilgamos etiquetas a personas que no son de nuestro agrado, subrayando su
condición más débil. A veces confundimos el término con ‘endiñar’ (dar), en
frases como «le endilgaron patadas en el vientre». De este mismo modo se
endilgan lecciones o mensajes, normalmente hirientes. No obstante, también se
utiliza con la idea de acomodar, facilitar o encaminar algo. De esta acepción
surge, quizá, la expresión ‘endilgar el agua’. Antiguamente, el agua que se
sacaba de los pozos y servía para regar los terrenos se endilgaba: había que
encauzarla desde el pozo hasta el huerto, asegurándose de que no se desviara a
terrenos contiguos. Dicha labor consistía en tapar las entradas a otros huertos
y eliminar del cauce dispuesto las ramas y cortaderas que pudieran obstruir el
camino que recorría el agua. Lógicamente, la segunda acepción de ‘endilgar’
queda prácticamente relegada a usos literarios en los tiempos que corren.
(Publicado en el suplemento Territorios de El Correo, el 09/03/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario