Ya vienen los Reyes
y con ellos el 6 de enero celebramos la Epifanía del Señor. Epifanía significa
manifestación, o la ‘manifestación’ del hijo de Dios ante el mundo (pagano). Esta
palabra proviene del latín manifestatio,
y hace referencia a la acción de dar a conocer o poner a la vista. Concretamente,
sus componentes son manus ‘mano’ y festus ‘fiesta’. Se trata, por tanto, de
la acción de festejar algo con las manos; o de otra manera, exponer algo (un
punto de vista, por ejemplo) mediante la gesticulación de las manos. La
celebración de la Epifanía es, por tanto, momento de festejo según nuestra
cultura. Existe otra interpretación del término latino festus, según proponen Alfred Ernout y Antoine Meillet en su
diccionario etimológico del latín. Según ellos, festus significaría ‘hostil, enemigo’, como en infestus, del que derivaría ‘infestar’ o ‘enhiesto’ en castellano.
La expresión infestis pilis (‘con
lanzas hostiles’) empleada en el ejército sería ejemplo de esta acepción. A
pesar de esta doble etimología de uno de sus elementos, el origen de la palabra
‘manifestación’ atiende al primer caso: a la de la celebración y la exposición,
no a la del ataque. En el 2018 han sido varias las manifestaciones de las que
la sociedad se han hecho eco a escala internacional. Para algunos han sido
constructivas y para otros molestas e innecesarias. No cabe duda de que existen
dos formas de interpretarlas. En nuestra mano está el considerarlas dañinas o acciones
positivas que ayuden a mejorar el año que comienza.
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