domingo, 7 de octubre de 2018

Fiasco

Los antiguos pueblos germánicos usaban la palabra ‘flaskô’ para referirse al molde de mimbre que recubría las botellas de vidrio. Esta palabra derivó en latín vulgar en ‘flasco’, convirtiéndose en el término que designaría a la propia botella revestida de mimbre. La voz latina pasó a ser ‘fiasco’ en italiano a principios del siglo XVI y este es el origen de nuestro ‘frasco’ en castellano. Pero el origen semántico de ‘fiasco’ en castellano proviene del uso metafórico que se le otorgó a la palabra italiana, en la expresión ‘fare fiasco’ (literalmente hacer botella). Algunos creen que proviene de cuando los sopladores de vidrio menos hábiles creaban unas piezas horriblemente distintas a las que debían, produciendo accidentalmente las botellas a las que hace alusión el término ‘fiasco’. Otros lo relacionan con el monólogo que improvisó, con ayuda de una botella en mano, un actor de la Comedia del Arte en el siglo XVII y que resultó ser un fracaso absoluto, por lo que el actor tiró la botella al suelo y la rompió en mil pedazos. De cualquier manera, la expresión ‘fare fiasco’ sirvió en algún momento de nuestra historia para expresar la derrota o el revés de algo inesperado; así se ha seguido utilizando. Tras acogerla en nuestro léxico, la palabra ‘fiasco’ designa, al igual que ‘fracaso’, el malogrado resultado de algo. El uso de ambos términos como sinónimos es ya habitual. Sin embargo, la palabra ‘fiasco’ implica, además, decepción por no haberse podido cumplir las expectativas iniciales deseadas: “Prometía, y sin embargo…”

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 06/10/18)

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