domingo, 24 de marzo de 2019

Ojiplático

Cuando algo nos asombra, nuestro cuerpo lo refleja de diversas maneras y el lenguaje retransmite esos momentos con giros y locuciones curiosas. Ante algo inesperado, nos paramos, plantados; y nos quedamos ‘patidifusos’ o ‘patitiesos’ ‒adjetivos que describían, en origen, al ganado herido o deformado que no podía caminar y permanecía inmóvil. A veces, la sorpresa nos deja pasmados y ‘con la boca abierta’, de manera literal o de manera figurada, es decir, sin posibilidad de articular palabra. Otras veces, el asombro se manifiesta ante una acción inusual o absurda y se nos ponen ‘los ojos como platos’. El porqué de esta última expresión, en forma de comparación, no es clara, pero se asocia a la idea de unos ojos bien abiertos, con cejas levantadas que potencian su redondez y unos párpados estáticos. Si la cara es el reflejo del alma, utilizar los adjetivos ‘boquiabierto’ y ‘ojiplático’ ante la visión de algo que nos dejara embobados sería natural. Y lo es, realmente. Ante algo inverosímil podemos quedarnos boquiabiertos y ojipláticos, pero solo el primer adjetivo será aceptado en la lengua de Cervantes… de momento. Mientras el primer término refleja su origen latino y muestra una larga tradición de uso en la historia de la lengua, el segundo es de reciente incorporación y aún no se recoge en nuestros diccionarios. Quizá ‘ojiplatado’ respetaría mejor las normas que rigen nuestra gramática léxica. Pero la realidad de los hablantes no siempre cumple con lo que cabe esperar. Cuestiones de uso de la lengua.

(Publicado en el suplemento Territorios de El Correoel 16/03/19)

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